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EL MERCURIO
SANTIAGO
DE CHILE, LUNES 6 DE MAYO DE 2002
NACIONAL │
La vida en soledad:
Robinson Crusoe
2002
por
SOFANOR CERPA
AISLAMIENTO.— Los efectos de la soledad en el ser humano son
conocidos por pocos. Uno de ellos es Frank Kull.
Un canadiense que vivió 405 días
absolutamente solo en un pequeño e inhóspito islote austral relata su
experiencia.
"Fui un ser sin nombre, parte de la
naturaleza, igual que los animales", cuenta el canadiense Frank Kull en
su tesis de estudio.
¿Se le ocurriría a alguien
abandonar a la familia, a los amigos y las comodidades de este mundo
para irse a vivir solo, durante más de un año, a un pequeño e inhóspito
islote de la zona austral de Chile?
Esa idea podría surgir solamente de
un excéntrico o bien de un profesional que desarrolle una tesis de
estudio muy especial. Y esto último es precisamente lo que logró, con
éxito, un ciudadano canadiense de 56 años que permaneció 405 días en
esa mini isla de apenas 60 hectáreas de superficie al sur de la isla
Owen, en el fiordo Staines, al noroeste de
Puerto Natales.
Frank Kull, de 1,84 de estatura y
70 kilos de peso, es el protagonista principal de esta historia. ¿Su
idea? Conocer la soledad y lo que ello significa para traducir su
experiencia en una tesis y obtener un doctorado en estudios de
Filosofía, Biología, Sicología, Educación y Estudios Religiosos en la
Universidad British Columbia,
de Vancouver, Canadá.
Una patrullera de la Armada lo dejó
en ese islote en febrero de 2001. Llevaba madera para construir un
refugio, un bote con motor, estufa a leña, baterías, gasolina, gas y
algunos alimentos.
Apenas pisó tierra, lo primero que
pensó fue huir de ahí, y rápido. El clima era aterrador. Pero se quedó.
Más que para tesis, su apasionante
historia da para un libro.
Entre el 5 de febrero de 2001 y el
15 de marzo de este año se desarrolló la extraordinaria aventura del
ciudadano canadiense Frank Kull, quien durante todo ese tiempo vivió en
un islote que no figura en los mapas y que se ubica a 310 Km. al
noroeste de Punta Arenas.
Su única compañía fueron algunos
libros y su gato Cat.
Kull cuenta que cumplió este
descabellado sueño porque a través de una tesis de estudio quiere
decirles a las personas que deben dejar de sentirse dueñas del mundo y
se convenzan de que son solamente parte del mundo. También quería
investigar los efectos de la soledad en el ser humano e intentar una
búsqueda espiritual.
Como tiene una pierna ortopédica
desde hace años, le era difícil caminar por la isla. Debido a ello
sufrió accidentes que le causaban dolores permanentes y que le hacían
dormir apenas dos horas diarias.
Mucha meditación
También sufrió por un diente malo
que debió arrancárselo al viejo estilo del cordelito y el tirón.
Los contratiempos los superó por
los conocimientos que tiene de técnicas de meditación orientales y de
los indios canadienses.
A tal punto desarrolló en el islote
su comunicación con la naturaleza, que incluso le daba la impresión de
que los árboles se hacían parte de el mismo, o cómo el se hacia parte
de los árboles.
En los últimos tres meses de su
aventura durmió a la intemperie y aumentó las horas de meditación. Dejó
de leer y hasta de pensar.
"En esos momentos —relata—, dejé de
ser Frank Kull; fui un ser sin nombre, parte de la naturaleza, parte
del universo, igual que los animales".
Frank Kull se graduó como
Licenciado en Biología y Sicología en 1993. Hace cinco años decidió
iniciar estudios para doctorarse, y ahí concibió la idea de vivir solo
en una isla para desarrollar su tesis.
Respecto de su aventura ya
concluida, Kull cuenta que en los tres primeros meses bajó diez kilos
de peso. El mide 1,84 y pesa 70 kilos. Su tez es blanca, sus ojos
azules y su pelo cano.
En invierno
De los 405 días que vivió en el
islote, sólo 20 estuvieron despejados.
Las temperaturas en invierno
llegaban a los 6 grades bajo cero, pero el promedio del tiempo que pasó
allá fueron de unos 8 grades. Nevó sólo en dos ocasiones, pero no mas
de 15 cm. de altura.
Los últimos tres meses de su
experiencia los dedicó casi completos a la meditación. Y lo hacía
mientras cocinaba, cuando contemplaba el mar o caminaba por el islote.
Recuerda también que a los cuatro
meses de estar en el islote dejó de usar el reloj, el termómetro y el
barómetro. La única referencia en el día era el amanecer y el
anochecer. Por tanto, no tenía una rutina diaria. A veces se dormía a
las cuatro de la madrugada.
Como tiempo tuvo de sobra, dedicó
parte de el al estudio del maucho, un tipo
de molusco que se adhiere a las piedras, y a observar el comportamiento
del quetru, un tipo de pato no volador de
la isla. También recorrió otros islotes.